EL HOMBRE GLOBO
El hombre-gas, llegado a adquirir la competente dilatación, se alza por sí solo dondequiera que está, y se sobrepone a ocupar el puesto que le corresponde en la escala de los cuerpos; llega hasta la altura que su intensidad le permite, y se detiene en ella; no hay obstáculos para él, porque si pudiera haberlos, rompería, como el vapor, la caldera, y escaparía.
Ponedle en una aldea; él vencerá la distancia y llegará a la capital; tirará el arado; pondrá un pie en el hombre-sólido, otro en el líquido, y una vez arriba: «Yo mando –exclamará–; no obedezco».
Tales son las leyes de la naturaleza. Una vez comprendido este principio general de física, mis lectores conocerán al hombre-gas a primera vista. Su frente es altiva, sus ojos de águila, su fuerza irresistible, su movimiento el del tapón de una botella de champagne. Pero para dar al gas una forma no hay más medio que el de encerrarle en un continente que la tenga.
Nada, pues, más natural que el que demos a esta especie el nombre de hombre-globo; sólo así podemos hacerle perceptible a nuestros sentidos.
Extracto :El hombre globo -Mariano José de Larra